Hace tiempo que pareciera que el arte plástico ha renunciado a la rebeldía y no digamos a la transgresión, siendo que ahora todo, o casi todo esta adocenado por los eslóganes y consignas de moda, como todo el mundo sabe, impuestas por la corriente dominante de lo “woke”.

Así es que cualquier atisbo de originalidad, individualidad o resistencia en los discursos que dudan y ya se saben imperfectos, vienen a ser el refugio de los que creemos en el arte como bien purificador de nuestras pulsiones.  La catarsis al fin y al cabo no nace de la complacencia sino de la confrontación, del dialogo, del conflicto intelectual.

“Estados conflictivos” es un paso más en el discurso perturbador de Nacho Ramirez, como casi siempre distorsiona la realidad para que no haya relajo, pero a la vez fija la atención en la asunción del error como parte innata tanto del entorno como de lo personal.

Quizá sean autorretratos, quizá espejos donde mirarnos, quizá seres informes, que más da si nos hace reflexionar sobre la real diversidad funcional de cada uno.